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Papeles, bolígrafos y un ordenador: motivos por los que sonreír

  • marinamg0210
  • 12 dic 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 18 dic 2020


El mundillo de los blogs siempre me ha apasionado.

Recuerdo muchas tardes de mi adolescencia leyendo post en blogs, con la pésima suerte de que nunca recordaba los nombres para continuar donde lo había dejado. A mi manera, siempre he tenido uno oculto en mi ordenador, escondido en una carpeta, dentro de otras tres carpetas. Algunos de esos escritos, debido al tiempo y a la actualización de los ordenadores, los he perdido. Otros, los he perdido porque me gusta escribir en papel y..., bueno, los papeles siempre desaparecen.



Siempre he sido un poco caos, un desastre, aunque también una quisquillosa con ciertas cosas. Mi madre dice que vivo en el desorden absoluto para el mundo y un orden increíble para mí. Mi padre dice lo mismo. Mi hermano, igual. Por eso almaceno libretas de todos los tamaños, de todos los colores y, sobre todo, procuro transcribirlo todo al ordenador, o al teléfono. Obviamente, como la mayoría de las personas, tuve unos años en los que perdí esta costumbre de la noche a la mañana. ¿El motivo? Es un misterio que no pretendo resolver.

Hace poco más de un año, tras el examen que catalogué como "catastrófico", volví a sentarme a escribir de verdad. No es que escribiese de mentira, es que, todo lo que hasta entonces había escrito eran cosas que me habían ocurrido y de las que quería recordar al detalle. Para ser completamente sincera, cuando me senté delante del ordenador llevaba unos meses escribiendo algo que solo estaba en mi cabeza, algo a lo que solo yo tenía acceso. Esa tarde nunca la olvidaré. Recuerdo que me senté en la silla de mi escritorio y busqué un texto que siempre me apetecía releer. No encontré el

texto. Estuve casi una hora buscándolo y no apareció. Unos días después recordé que, en uno de esos momentos en los que el mundo te cae mal, lo borré. Me sentí bastante mal, y me odié un poquito. Recuerdo poquito de ese texto, pero sé que me divertí escribiéndolo, que reí y lloré a partes iguales. Por suerte, después de esos minutos de frustración por mis arrebatos, de repetirme cien veces que era un poco tonta y que actuar por impulsos nunca es una buena idea, volví a la pantalla en blanco y comencé a teclear. Entonces, poco a poco y sin avisar, llegaron los días bonitos, las noches en vela, las lágrimas de emoción en ciertos momentos, la piel erizada al sentir de nuevo y el llanto incontrolado cuando terminé Persona número tres.


De eso hace casi un año y... ¡menudo año! Este 2020 será el año que todos recordaremos por ser los privilegiados que vivieron una pandemia mundial y, en mi caso, porque ha sido uno de los mejores años de mi vida, hablando en términos literarios. Y hoy doy otro pasito más para cumplir algo que siempre había ansiado tener y que, por miedo, nunca había decidido hacer. Un blog. Mi blog. En una web. Mi web.

Aquí, en este rinconcito, prometo hablar de la vida, del amor, de curiosidades, de rarezas, de todo lo que se me ocurra, de todo lo que me propongan, de lo que toque. Más que hablar, prometo escribir lo que me apetezca, lo que surja, lo que el cuerpo me pida, lo que el mundo sugiera, suplique o implore.


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2020 © Marina Marín García

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