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La vida y sus retos: aniversarios

  • marinamg0210
  • 23 dic 2020
  • 4 Min. de lectura

Todos, absolutamente todos los seres humanos, tenemos un día en el calendario que nos hace sonreír. Eso es lo que yo llamo un aniversario personal: un día que pasa de ser uno más en el año, a ser especial. Como el día de nuestro cumpleaños, pero sin envejecer.

El “problema” de los aniversarios personales es que algunos de ellos son solo para nosotros. No tenemos por qué compartirlo todo. Hay aniversarios y aniversarios, al igual que hay días y días. Una vez me dijeron que compartir es amar, que compartir es vivir. Soy de las personas que piensa que hay cosas que deben quedarse en el fondo de nuestro ser, que solo nos pertenecen a nosotros. A pesar de esto, también soy de las que cree a pies juntillas que hay fechas que debemos gritar a los cuatro vientos porque pueden alegrar el día a nuestros seres queridos y, nosotros, nos anotaremos un tanto en nuestra lista de éxitos personales.

Para mí, hoy es uno de esos días especiales.

Tal día como hoy, en el año 2019, escribí el punto final de uno de los capítulos más importantes de la historia de mi vida: terminé de escribir Persona número tres. Recuerdo que lloré, de emoción o de pena, pero lloré hasta deshidratarme. En ese momento, creí que era una mezcla de sentimientos. Ahora sé que fue porque me estaba despidiendo de varias personas, aunque muchos crean que esas personas no existen, que solo son personajes creados para esa historia. Para mí son reales, son tangibles como tú y como yo. He vivido con ellos durante muchísimo tiempo. He pasado noches en vela escribiendo, pensando, visualizando cada poro de su piel, cada gesto, cada movimiento de sus cuerpos, cada abrazo, cada beso. Querido lector, Zigor, Emma, Andrés, Iván, Sofía y Mérida somos tú y yo en algún lugar del mundo. Ellos son mis "niños" y, como buena madre, me da pena que abandonen el nido, que echen a volar lejos de mi alcance y mi protección. Por suerte, Zigor ha decidido quedarse por un tiempo, aunque lo que está contándome no tiene nada que ver con lo que me contó hace un año. Pero esa es otra historia que, por ahora, me voy a guardar.

Querido lector, busca la canción Mil cicatrices del Nil Moliner. Pulsa el play y continúa este texto. No todo es felicidad en esta vida. También hay aniversarios que duelen. Esos… Esos son complicados. Esos duelen tanto, o más, que un balazo a quemarropa en la espinilla. ¿Por qué? Porque son tristes. Son días que nos gustaría que desaparecieran y, normalmente, son días en los que, una vez, fuimos felices. O alguien nos hizo feliz. Querido lector, esos aniversarios también hay que celebrarlos porque implican que la vida sigue, que crecemos, evolucionamos, que los años pasan y seguimos vivos, que seguimos adelante con los golpes y las sorpresas de la vida. El año tiene trescientos sesenta y cinco días y no podemos deshacernos de ninguno. Ni un maldito día podemos borrar. Pero…, ¿lo podemos renombrar? Sí, lo podemos renombrar. La idea de renombrar los días no es mía, sinceramente a mí jamás se me hubiese ocurrido algo tan espectacular, pero la he adoptado gracias a Bebi Fernandez y su novela Memorias de una salvaje.

Ella, en la novela, renombra un día malo, y a mí esa idea me inspira de vez en cuando y me hace volver a sonreír para seguir hacia adelante. Eso sí, hay un par de requisitos indispensables para renombrar los días porque estas cosas no se pueden hacer a la ligera. Bien, coge papel y bolígrafo y escribe que, para renombrar un día, se necesita alcohol, pañuelos de papel y compañía. El alcohol porque todos sabemos que, con un par de copas, se nos suelta la lengua y decimos muchas cosas que, sobrios, nos avergüenza confesar. Pañuelos de papel para las lágrimas, porque cuando nos abrimos siempre se escapa algo de agua por nuestros ojos. El último, personalmente, es el más importante: la compañía. Amigos, hermanos, tíos, primos, vecinos, padres. Por favor, os pido encarecidamente que nunca paséis solos un día malo. Nunca. Si por circunstancias os es imposible ver a alguien, solo tenéis que coger el teléfono. Hoy en día tenemos mil y un instrumentos para contactar con nuestros seres queridos. La única forma de que ese día malo se convierta en un menos malo es riendo. Por favor, hacedme caso y llamad a vuestro amigos, estoy segura de que nos os dirán “no”.

Si estáis en un día feliz, llamadlos también. Contadles lo ocurrido, brindad por el momento, por el día, por lo que se os ocurra en ese momento. Sea por lo que sea, querido lector, brinda por cada día de tu vida, rodéate de personas que te hagan reír en los días malos y que salten más que tú en tus logros.

Y, por último, di con orgullo que has logrado algo, que tienes un punto más en tu lista de éxitos personales. No te calles. No lo hagas. No hay nada más bonito que alguien te diga “estoy orgulloso de ti”.


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2020 © Marina Marín García

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