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Hay trenes que solo pasan una vez

  • marinamg0210
  • 26 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

No sé la de veces que he escuchado esa frase. Millones probablemente. Porque, seamos sinceros, ¿cuántas veces hemos pensado en qué punto nos encontraríamos si hubiésemos hecho algo? ¿Cuántas? Cientos. Miles. Millones. Billones. Infinito. Y, ¿cuántas veces hemos pensado qué habría pasado si nuestra decisión hubiese sido no hacer ese algo? ¿Cuántas? Cientos. Miles. Millones. Billones. Infinito.

Si hay una frase que puede quitarnos el sueño, o al menos a mí me lo quita, es <<¿qué pasaría si... ?>>. En economía a esto lo llaman coste de oportunidad, y como anécdota os diré que es lo único que recuerdo de la asignatura y, también, una de las cosas que más me han servido en la vida. Saber eso me ha hecho meditar mucho mis decisiones. Algunas veces ha sido para bien, otras para mal, otras para mandarlo todo al demonio e improvisar. Soy de improvisar mucho, no lo voy a negar, pero también soy de las que, cuando algo le preocupa de verdad, estudia la situación al detalle, recrea en su mente posibles escenarios y conversaciones y, sobre todo, se pregunta una y otra vez si ese tren volverá a pasar, si la oportunidad volverá.

Queridos, hay oportunidades que solo pasan una vez. Hay personas que solo pasan una vez por nuestra vida y que, si no nos aferramos a ellas, las perdemos. Desaparecerán para siempre de nuestras vidas. A mí pensar en eso me rompe un poquito el corazón, pero soy consciente de que hay situaciones insostenibles, que hay decisiones que se deben de tomar y que, aunque nos duela, en el fondo de nuestro ser sabemos que es lo mejor que podemos hacer. El problema no está en dejar el tren pasar: el problema es que nosotros seamos ese tren. El problema llega cuando el tren es el que decide dejar la estación porque no está dispuesto a seguir ahí parado, esperando algo que no sabe si va a ocurrir, esperando a alguien que no sabe si se va a montar.

Convertíos en ese tren que se va si es necesario. Sed egoístas de vez en cuando. Vuestra libertad termina donde empieza la de otra persona, así que tomad decisiones. Aunque os duelan, aunque sangréis, aunque os hagáis polvo, son necesarias. Si consideráis que no sois vosotros quienes tenéis que tomar la decisión, tomadla igualmente si nadie lo hace. Solo hay una vida, joder, solo una. No podemos esperar sentados eternamente.

Bueno, sí podemos, pero no debemos.

No debemos.

¿O sí?

¿Quién soy yo para ser tan tajante? ¿Quién? Nadie. Ya os digo yo que no soy nadie, pero si algo me ha enseñado Emma es eso: tomar decisiones duele, pero duele más no tomarlas y hacer daño a las personas que nos rodean o a nosotros mismos. Si os habéis leído Persona número tres, sabréis de qué os hablo; si no lo habéis hecho… ¡No sé a qué estáis esperando!

Hace unos días, a colación de una cosita que tengo entre manos y que estoy terminando, propuse un experimento a mis amigas y me prometieron que lo harían (chicas, si estáis leyendo esto, sigo esperando vuestras conclusiones). Les pedí que se sentasen en el suelo (con un cojín en el culo para que no se les helara) y reflexionasen sobre la vida. Bien, yo escribo esto desde el suelo, porque no hay mejor experimento que aquel que hacemos nosotros mismos. Lo que les pedí no tiene mucho sentido, pero necesito esas conclusiones para mi historia, para que sea lo más realista posible. Y no voy a decir nada más del asunto porque no quiero destripar nada de nada. Bueno sí, que pronto sabréis del asunto.


Querido lector, ¿cómo llevas el año? ¿Cómo llevas la vida? ¿Cómo llevas las decisiones?

¿Has dejado pasar algún tren o has sido tú el tren al que han dejado pasar.


Nos vemos muy pronto, hasta entonces, cuidaos mucho y quereos más. ❤


 
 
 

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2020 © Marina Marín García

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