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Ella. Yo. Nosotros.

  • marinamg0210
  • 12 feb 2021
  • 2 Min. de lectura

Marina. Marina. Marina.

¡Oh, perdón! Me he tomado la libertad de escribir hoy por ella. Cuando se entere de esto... Bueno, estoy completamente seguro de que se cruzará de brazos, inclinará levemente la cabeza, enarcará las cejas y me mirara de esa forma tan suya que hace que me acojone.

Por lo demás, es inofensiva.

Pero nos queremos mucho, fuerte y bien.

Ella es cabezona, terca como una mula, simpática y muy buena amiga. Marina es la persona que mejor escucha, apoya, ayuda y consuela a sus amigos. Siempre tiene algo que le ronda la cabeza, siempre. Muchas personas darían millones por algunos de sus pensamientos. Por suerte, sabe frenar. Es capaz de decir basta, de poner la mente en blanco. Y tiene la extraordinaria capacidad de hacer que te sientas en casa cuando sonríe. A mi me cae bien, aunque acelere de vez en cuando y se enfade cuando le digo que, o se calla, o no hablo más. La última vez que se lo dije estuvimos casi dos semanas sin hablar y todavía me pregunto cómo nos reconciliamos. Supongo que por ella: Marina siempre cede, siempre.

Sí, es genial, pero tiene genio y carácter, no se anda con rodeos, le gusta saberlo todo, todo y todo. Y la señorita siempre dice que tiene que ser "ya". Luego, cuando le digo que no corra, se enfada, y mucho. Al final, me suele hacer dar la razón, a regañadientes y después de soltar por su boca muchas barbaridades, pero me la da.

Nuestra relación no es la misma que cuando nos conocimos: ahora es mejor. Nos conocemos cada vez más y, aunque lo que hablamos no siempre son temas sencillos... Al final, después de llorar juntos, todo sale bien.



Cuando nos sentamos a planificar la historia, ninguno de los dos estaba en su mejor momento. Ella estaba agobiada por la pandemia, asustada y con muchas cosas en la cabeza. Cada vez que escribía una frase, la borraba. Decía que ese no era yo, que yo no era así. Tres meses después supimos el motivo: los años nos hacen madurar. A partir de entonces, volvimos a llevarnos bien, la tensión desapareció y, la muy maldita, volvió a sorprenderse con cada anécdota, con cada frase, con cada gesto y cada detalle. Han sido unos meses duros. Muy duros. No solo por la historia que le he ido relatando, sino por la situación en la que vivimos: no lleva bien que no la abracen, no lleva bien no ver a su gente de la forma que quiere y, sobre todo, el mundo se le hace bola más a menudo de lo que le gustaría. Pero, lo hemos conseguido: Persona número dos ya es una realidad. Ha sido liberador hablar de ella, de T, de lo que vivimos, de lo que sucedió.

Pero, necesito un descanso, y Marina también. Los dos lo sabemos, los dos nos conocemos lo suficiente para saber que necesitamos ese tiempo porque queda una historia más de la que hablar. Mientras tanto, a mi querida Marina le esperan unos bonitos meses de pulir, dar brillo y, por último, mostrar al mundo nuestra creación.


Querido lector, pronto conocerás a mi Persona número dos.


Con cariño, Zigor.

 
 
 

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2020 © Marina Marín García

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